LA DERECHA ES UN BOT. Por Jesús Orellana

28 | 10 | 2020
LA DERECHA ES UN BOT. Por Jesús Orellana

        Tras los últimos acontecimientos, cabe la pregunta ¿existe aún la derecha en Chile? Ante semejante interrogante pueden surgir diferentes y espontáneas respuestas.  Pero la cuestión es compleja, porque lleva de suyo varias preguntas en su interior, por ejemplo, ¿Qué es la derecha doctrinalmente, es acaso un reducto de tiempos pasados de un gobierno militar o, además,  es posible afirmar que la derecha es un pensamiento asociado con las teorías del libre mercado o, incluso, con un conservadurismo moral de influencia católica?

        Si pensamos un momento, ¿Qué identificamos a primera vista como derecha?, se nos vienen imágenes de personajes, tales como: José Piñera y los “Chicago Boys”, Jaime Guzmán E. y su gremialismo; Pablo Longueira, Lavín; Novoa y la UDI; Sergio Diez, Mario Desbordes, los Monckeberg y RN; más, también la franja del SI; Patricia Maldonado, Checho Hirane y Sergio Melnick.

        Ahora bien, en pleno 2020 la derecha perdida entre su pasado, su carencia de ideología y excesivo pragmatismo económico, no se sabe muy bien lo que es.  Pululan los slogans libertarios, patriotas, liberales más o menos clásicos, defensores de la vida, pero también pregoneros de la libertad individual y la autodeterminación, representados por Teresa Marinovic y Fundación Nueva Mente; Axel Kaiser y Fundación Para el Progreso; incluso, la ya clásica y alicaída Libertad y Desarrollo.  Esa derecha que elige de Presidente a un Gerente General, concibiendo al gobierno como si fuera una empresa; consecuencia de la reducción del arte de gobernar a la mera tecnocracia.  Ciñendo la política al “métron”, han superpuesto los indicadores económicos por sobre las realidades histórico-sociales. Esa derecha que busca como norte el crecimiento económico por sobre la cultura de un país, la identidad nacional y la conformación de un ser histórico.

        Podemos decir, que o bien la derecha no es más que la suma matemática de concebir la economía como el paradigma de la estructura social, donde el zoonpolitikón es reemplazado por el homo oeconomicus, que curiosamente, sólo es conservadora moral por su herencia burguesa de principios cristianos; pues, a contrario sensu, como ha mostrado Eugene McCarraher, tanto el libre mercado como el conservadurismo moral, no son compatibles en modo alguno y menos con la escuela neoliberal de Chicago.

        Con todo, entre vivos y muertos más tres comunas versus el resto de Chile, se puede decir que la derecha políticamente -cívicamente- comprometida, habita en una geografía de piso muy delimitada; además, en su propio territorio el cambio generacional no concibe la realidad bajo los dogmas heredados, votando contrario al llamado de la derecha tradicional.

        Se vislumbra una apertura a la liberalización del sector joven de la derecha, que se hace más evidente que las concepciones pasadas sobre el teatro político que oscilaba entre extremos de una línea, es decir, desde la derecha a la izquierda y, viceversa.  Ese reducto lineal, es una forma antigua de concebir la política práctica -teórica también-.  Hoy nos encontramos ante un escenario donde los liberales de izquierda y de derecha confluyen en un factor en común: romper con las costumbres pasadas y las segmentaciones sociales.  Los buenismos de moda son más fuertes que los beatos anteriores.  La diferencia que aún los separa es el superfluo relato versado sobre rol del Estado y el que tan libre debe ser el intercambio de bienes y servicios, pero que lo que tiene de relato, lo tiene de carencia real en las políticas prácticas, pues, se aprecia más concordancia en su fin común de abolir el Estado, conseguir una comunidad anárquica -comunista o anarcocapitalisa-, superar las estructuras sociales para avocarse a las libertades personales como bastión del cambio social.  Con ello, la nueva forma de construir una realidad social, basada en el más puro individualismo sin Estado ni reglas morales.

        Con el resultado del plebiscito, donde los representantes de la derecha más pechoña aburguesada no representaron más del 20% de la votación. Mientras que cerca de un 50% no fue a votar, quizás, muchos de ellos por tener una vida tan asegurada o, ser tan indiferentes a lo circundante, que no se interesan por estos asuntos mundanos y es mejor ese fin de semana salir de paseo a la playa.

        Mientras que los “news leaders”, saben más de farándula que de política, saben gritar más en un canal de Youtube que enfrentar un debate riguroso.  Esos mismos que repitiendo frases celebres y motivaciones personales, tal “coach”, carentes de calle y terreno, no supieron leer una realidad social que se venía evidenciando hace años.  Los mismos que suscriben a las teorías de las conspiraciones moleculares y platillos voladores, como Krypto y su cultura chatarra; RST y sus conspiraciones; El Baquedano; Libertarios más y Libertarios menos; y todos los que usan conceptos como patriota o nacionalistas, sin sentarse un segundo a meditar en la clara dicotomía que hay en ello. 

        Esa derecha, que ganó todas las encuestas en Twitter, que compró -pagó- una encuesta en Argentina, precisamente, a un centro de investigación de Marketing Digital que ha desarrollado estudios a marcas como L’Oréal -propio de esta derecha sentirse a gustó con esos estudios-, refleja la manera de abordar -entender y sopesar- la situación política más importante de los últimos treinta años, como si se tratara de un producto de mercado, donde el votante es el público objetivo al que se debe vender un relato, tal cual consumidor.

        Esta derecha del 20%, demostró que además de ser una minoría, en buena medida, ya sea por su economicismo, aburguesamiento, aislamiento territorial, vida paralela, no vio ni entendió la realidad social de un país y parece no da luces de llegar a entenderla, siquiera.  Esa derecha que es más ruido que nueces, demostró no ser más que un bot, en un mundo se seres humanos.